Por Cynthia Floquer

Priora de la HH Dominicas Doctora en Historia

Celebrar 40 años de democracia en Argentina exige un acto de lectura honesta, sobre los logros alcanzados y los aspectos pendientes a desarrollar como comunidad política. Las fechas conmemorativas son una oportunidad para realizar un acto de memoria que nos permita analizar el camino recorrido, ser capaces de reconocer nuestros errores y pedir perdón, sin buscar manipular la memoria para justificar o legitimar nuestras acciones. La cultura del encuentro que debemos desarrollar exige una purificación del modo de construir nuestra memoria colectiva, no hay camino hacia la paz sin diálogos sinceros y a fondo, pues las heridas no se cierran por decreto ni las injusticias se saldan con el olvido.

40 años sin suspensión de los derechos constitucionales significan un gran tesoro. Poder tener garantías, libertad de pensamiento y expresión sin que ello implique riesgo de vida son conquistas fundamentales. Pero aún nos falta un largo recorrido para fortalecer nuestra vida democrática y esto exige asegurar una mejor distribución de los recursos económicos.

Las diferencias de posibilidades de acceso a los bienes no deben utilizarse para justificar los privilegios de unos sobre los derechos de todos, como expresa el papa Francisco en su carta encíclica Fratelli Tutti. Procurar una amistad social exige ocuparnos de los más pobres y vulnerables, los que corren el riesgo de ser excluidos o descartados de la historia. El anhelo de paz nos impele a no olvidar que la causa de la primera violencia es la inequidad y la falta de desarrollo humano integral. Un estilo de vida democrático nos exige promover la igualdad de oportunidades para todos, pues si nos olvidamos de ello, jamás podremos vivir tranquilos y en paz.

Que la celebración de los 40 años de democracia nos encuentre ocupados en cuidar a los demás y en proteger nuestra casa común, nuestro planeta, pues la voracidad y afán de poseer y producir son un atentado contra la naturaleza que tiene consecuencias desbastadoras sobre la vida humana.

La democracia con su alternancia es un antídoto contra el abuso de poder, la obsesión por conservarlo, el afán de control y dominio sobre la humanidad y el mundo entero. Que estos 40 años de democracia nos impulsen a consolidar los derechos humanos más elementales, los derechos sociales y el cuidado de la naturaleza.

Hay algo muy atávico en los seres humanos, tenemos miedo a la alteridad, la diferencia es una amenaza, por ello tendemos a asumir la propia postura como una postura hegemónica, empoderando un pensamiento único, buscando controlar la palabra, el discurso y en donde no cabe la posibilidad que el otro, el diferente, exista.

Quizás debamos reconocer que la pregunta antigua de Dios en el relato bíblico del génesis: “¿Donde está tu hermano?” tiene hoy una vigencia insoslayable. Ojalá que no respondamos a esa pregunta con otra pregunta, como lo hizo Caín: ¿Acaso soy el guardián de mi hermano? ¿Acaso soy guardián del planeta?